miércoles, 10 de diciembre de 2008

En busca y captura

Se escuchó el rugir de mil cristales
dividíos por el puño ensangrentado.
Chorretes coloraos por los lugares
llegaron hasta el charco más poblado.

Tanto el llorar como el salir por patas,
toas las faldas y zapatos negros;
el correr despavorías como ratas
al verse perseguías por los perros.


Quedamos ya en busca o en captura,
escalando ventanales y portales,
creyendo que son lágrimas la cura
que saquen algún día tos los males
o dejen jodía tu alma pura.


Se oye al venir los picoletos
con grilletes y los rifles apuntando.
Decidir ya si ir o estarme quieto,
decidir quizá quien queda al mando.

Ni me quieren ni me dejo yo coger
vigilando tu escalera y mil balcones.
Digo creer que ya no puedo ser;
digo creer que no tengo cojones


Quedamos ya en busca o en captura,
escalando ventanales y portales,
creyendo que son lágrimas la cura
que saquen algún día tos los males
o dejen jodía tu alma pura.


¿Quién dice oír esos otros tiros?
Vuelve el bailar de un negro gato,
si yo quiero vuelvo y te miro
según venga el instinto innato


Quedamos ya en busca o en captura,
escalando ventanales y portales,
creyendo que son lágrimas la cura
que saquen algún día tos los males
o dejen jodía tu alma pura.

Quedamos ya en busca o en captura,
escalando ventanales y portales,
creyendo que son lágrimas la cura
que saquen algún día tos los males
o dejen jodía tu alma pura.


Tanto el llorar como el salir por patas,
toas las faldas y zapatos negros;
el correr despavorías como ratas
al verse perseguías por los perros.


Quedamos ya en busca o en captura,
escalando ventanales y portales,
creyendo que son lágrimas la cura
que saquen algún día tos los males
o dejen jodía tu alma pura.


No se si te ayudará, pero esa es la función.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Quién

Chirría la puerta, crujen los desconchados y viejos escalones de madera, las ventanas parecen abrirse y ni un triste haz de luz soy capaz de encontrar entre los retales de las cortinas.

Tranquilo, solo era el aire, que entra con fuerza por los pórticos y ventanales de mi vida. En su tropezar parece que arrasa con todo, vaciando los soportales y dejando, para todos, un frío que siempre hará compañía.

Consigo, parecía traer las nubes. Como pequeños incisos acercados desde el cielo, buscan engañar, queriendo abrigar pero no haciendo sino enfríar aún más los tiempos, los sueños y la vida de los que seguimos sin ser nadie.

Ni la luz conseguía entrar. El sol huía, como un perro, vagabundeando entre las tristes calles de mis recuerdos, en las que solo viejos y degradantes bares quedaban, para hacer, si cabe, más pesimista la visión de una penosa noche en los días dentro de los míos.

Las montañas no me dejaban ver más allá de tus ojos, que me cercaban el mundo alrededor de una estrella pequeña pero de incesante brillar, con un plateado que permanece, indeleble, en mis peores pesadillas y en la mayoría de mis mejores sueños y recuerdos.

Ni siquiera parece oirse el transcurrir de un mísero arroyo por las grietas de mis mejillas, como una de las numerosas lágrimas que a menudo surcan mis valles vacíos. Han corrido hasta los cantos de las cuencas, a arroparse bajo otro manto cálido y de color, queriendo pintar estas oscuras noches y los más negros días con los colores de otros momentos que parecían dejar de la lado los dominios de la tristeza.

Y no queda nadie, ni nadie vendrá, que pueda detener todo ese viento después de llevarse las negras nubes de algodón. Nunca tendrás poder para hundir las montañas, para hacerlas polvo, para echarlas al mar y que se pierdan en la profundidad abisal, donde hasta lo más horrible parece magnífico.

Aun se seguirá esperando a que alguien llegue, encienda el sol para que caliente mi memoria, para que entre a mis recuerdos y convierta el presente en algo no peor que el pasado.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Muerte

Caer. No importa de dónde vengas, ni a dónde vayas. No importa qué cosas te cruces en el camino ni qué motivos te lleven a perderte en él.

Detrás, agarrada a la mismísima sombra pero escondida bajo tu piel. Y le da igual qué te retenga, y no le molesta que luches contra ella. Tiene la batalla ganada; es una guerra sin sentido, un combate desigual, una pelea de opuestos; como dos imanes contrapolados, que se odian y necesitan, repeliéndose, pero los cuales, el uno sin el otro, no sería nada. Esa es su batalla, la suya contra la nuestra, la suya contra la tuya. Mi muerte y tu vida, tu vida y mi muerte.

Y no le interesa si eres feliz. Si sonríes a la vida, la muerte quiere estar de tu parte, estar a tu lado y no separarse nunca, quererte, besarte. Si la vida te corrompe, para mi muerte apestas. No importa que tú ahora la quieras a ella, no le importa que la necesites.

Pero, tan lista, como un niño que siempre sabe escaquearse del castigo, como una perdiz que siempre llega a su nido, como un par de ratones que llegan al triste queso agujereado.
Y te encuentra; y sigue sin importarle ni donde ni cuando. Ni por qué. Ni tampoco le importa cómo.

No puedes volver. Y si lo consigues, no le importa. Tanto te necesita, tanto quiere ir pegada a tí, que aunque vuelvas, dejes de ir, llegues, salgas, entres, vueles, sueñes... está contigo, siempre esperándote; en el mínimo segundo que te descuides, puede abrazarte, necesitarte demasiado como para dejarte ir.

Tú no tienes nada que hacer. ¿Tú quien eres? Ella es la muerte; mi muerte, tu muerte.





"Ella, tan segura de alcanzarte, te deja toda una vida de ventaja..."



Para tí; porque si tú eres la vida, yo soy la muerte. ^^

sábado, 25 de octubre de 2008

Dentro

Cuando, después de una noche sin dormir, la luz del Sol comienza a colarse entre las rendijas de mi persiana y, como pequeñas luciérnagas, me molesta en los ojos, pienso que de nada ha servido todo ese tiempo allí recostado, como muerto, pensando en ti, viéndote en la oscuridad de mi habitación, junto a la mesilla, con tus ojitos abiertos y sonriendo como si nada hubiese ocurrido.

Aún te veo ahí, paseando por las calles junto a mi, cuando mis dedos se perdían entre tu pelo, cuando tus caricias me hacían volar, cuando soñábamos con crear un único mundo en el que existiesemos tú y yo...

Y te vuelvo a ver por los pasillos, puerta tras puerta. Miro por la ventana y eres tú quien está ahí, eres tú quien me mira. Pero sigues andando, sigues hacia adelante. Una vez me pareció que te detenías, que me esperabas; llegué hasta abajo y me encontré solo, en mitad de miles de personas que no querían nada y lo buscaban todo.

Me parece que vuelvo a caer; quizás ni si quiera haya conseguido levantarme. Todo lo llevo dentro, puesto. Los pies me pesan y, me doy cuenta, de que no sé si realmente están atados al fondo del pozo, o soy yo el que no quiere subir, el que prefiere quedarse allí contemplando el fuego sin ir hasta la luz; la luz me recuerda al mañana, después de una noche sin dormir, recostado, como muerto.