miércoles, 20 de mayo de 2009

Ha dejado de llover.

Hace poco tiempo que llevo pensando en simples historias del momento. Hace algunos meses que apenas le doy importancia a insignificantes hechos aislados. Hace incontables días que dejé de imaginar estrellas en mis bolsillos, nubes en mi habitación.
Ilusión óptica, pensamiento, sueño o deseo. He perdido detalles del pasado de mi vida y desde un tiempo hasta ahora apenas me siento capaz de redirgir lo que quede de ella. No entiendo el significado de miradas hasta el fin de las fronteras, me pierdo entre sonrisas diseñadas para hacerme feliz, me confunden las palabras que antes me hacían vivir.
Parece sencillo abrir los ojos y mirar el sol; parece juego de niños estirar los brazos, extender las manos y abrazar el cielo; para mí, en cambio, incluso mover un dedo para tocar el viento es tarea en la que dejarme la vida, en la que arriesgarme o desear sentir.
El corazón desconoce límites e invade mis pulmones cuando el cerebro se colapsa, impidiéndome respirar. Las neuronas se aceleran y hasta el vello de mis brazos parece intentar acariciar.
Quiero saltar, tumbarme en la cara oculta de la luna y que ni ella pueda sentirme. Y desde allí, en lo alto, inocente, libre y solo, gritarle a las estrellas, pedirles que dibujen en lo alto del firmamento el plano de mi sueño, el dibujo de mi vida.
Quiero volar, sentarme en las nubes y contemplar el paseo del tiempo por nuestro espacio. Y en el algodón descansando, dejar caer pétalos que te lleven en volandas hasta el parque, que coloquen una infinita alfombra a tus pies, por la que pasees con tu mundo de color llevando de la mano mi vida en blanco y negro.
Quiero correr, llegar hasta la orilla del mundo, tirarme a las olas y bailar dulcemente con ellas. Y cuando estemos en el más profundo vals, soltarme de su mano y hundirme en el abismo, entre corales y peces de colores nadar mientras en el fondo abisal dibujo un par de nombres, como si en aquella fina, suave pero fría arena se pudiera escribir o profetizar el resto de mi inmejorable o infeliz vida venidera.

Sin embargo, me mantengo anclado a este suelo gris, a este asfalto negro que transmite su color a mis ideas, que me busca para volver a perderme, que me invita a jugar al juego que compartíamos. Busco entre las gotas de lluvia a esa que necesito encontrar, a esa que me lleva a llamar a tu puerta y pedir paso hacia mi nuevo mundo, a esa gota que me hace perder conciencia y vida. Pero ha dejado de llover, y ahora son mis lágrimas las que humedecen el suelo.



'Cerca parece sencillo hasta respirar, pero casi muero intentándolo.'